domingo, junio 13, 2010

Ryan Adams y la Batalla en Orion


Ryan Adams se encontraba en la habitación de su hotel cuando inesperadamente le llegó a sus manos una firmada nada menos que por Elton John. A pesar de creer que se trataba de una broma, llamó a la enciclopedia viviente del rock para confirmarlo. Las palabras de Elton para su discípulo fueron, “your last record changes my life”, (tu último disco cambió mi vida).


Tamaño elogio para la opera prima de un artista, pero no desmedida. Heartbreaker es el primer disco que realizaría el Enfant Terrible, como luego lo llamaría la crítica, después de dejar su banda Whiskeytown. Si uno escucha Heartbreaker sin conocer la historia de Ryan Adams, pensaría que está ante el quinto o sexto disco del artista, al menos si las cosas fueran normales, pero Ryan Adams no es normal, y su carrera tampoco. Por que después de un disco prolífico como ese, el músico norteamericano lanzaría Gold (2000), disco que lo lanzaría a la fama y hacía una carrera de autodestrucción de la que pocos imaginaban que saldría vivo. “Recuerdo haber tomado drogas que en mi libro de vocabularios nunca pensé que estarían, crack, anfetaminas, cocaína, nunca fue aburrido”, declaró alguna vez. De esa etapa salieron discos de rock and roll punk, como Demolition (2002), Rock and roll (2003), y el que pensaba que iba a ser su gran disco Love is Hell, un disco incomprendido que la discográfica lo sacó como un simple Ep, a pesar de tener grandes canciones como Political Scientist o This house is not for sale.


En ese entonces Ryan Adams aparecía como un Kurt Cobain versión country, dando alaridos en el escenario, cayéndose, echando gente que le pedía la canción de Bryan Adams summer of 69. Pero un buen día apareció de la mano de su novia la modelo y escritora Jessica Joffe, diciendo a la prensa que había dejado las drogas y que estaba totalmente sobrio. En el 2007, mientras viajaba con The Cardinals, su banda country, se gestarían de un tirón las canciones que conformarían su álbum Easy Tiger. 13 canciones que demuestran lo prolífico del músico, y explica por que se lo compara con el prócer Bob Dyland. Pero cuando todos pensaban que el tigre se había amansado, llega Orion, disco sorprendente si los hay. Digo sorprendente por que a pesar que desde su facebook y de distintos medios anunciaba que su nuevo disco sería influenciado por el Metal, o colgaba una foto en facebook vestido como un músico de Black Metal, uno creía que eran declaraciones exageradas. El adelanto ElectroSnake, una canción si se quiere Hard Rock confirmaba esto, pero fue un engaño. Orion no tiene nada que envidiarle a cualquier disco de Misfits, Metallica o Megadeth. Desde el comienzo con una intro apocalíptica comienza Signal Fade, y nos damos cuenta que no vamos a encontrarnos con un disco como los anteriores.


El disco conceptual que propone, desde una batalla intergaláctica, no deja lugar a la respiración. Ni siquiera cuando aparece Ghorgon Master of War, con una guitarra acústica, que el rato se diluye para entrar de nuevo en la locura de las guitarras de Adams y el sintetizador de Jaimie Candiloro, su productor de cabecera. El problema reside tal vez que Adams es un cantante melódico, su pasión por el metal y las historietas lo han llevado a hacer este disco, como un capricho que un niño quiere darse. Pero su a vez no parece amoldarse al género. Tal vez después de ese golpe de madurez que adquirió con la llegada de los Cardinals lo amoldó demasiado, algunos críticos pedían una rabia en su voz que no encontraron en Easy Tiger, disco que hizo en un proceso de recuperación adictiva. Esperemos que no se le haya ido la mano. Igualmente Orion es un disco para escuchar de un tirón, con canciones letales que nos meten en un mundo fantástico, apocalíptico y bélico. Pero debo confesar que espero, como dije antes, que esto solo sea un capricho de un niño adulto, como supo autodenominarse Ryan Adams. Y en lo pronto volvamos a escuchar canciones perfectas como las que supo componer alguna vez. Y si esta faceta se prolonga, bienvenida sea también.